Sabes que no puedes encerrar tu corazón. Entendemos que estamos hechos para querer...
Y tú, ¿quieres querer?
- ¿Te importan realmente las personas que están cerca de ti? ¿Cómo lo manifiestas, en qué se nota?
- Tus palabras, tus gestos, tus acciones... ¿dicen de ti que eres generoso, entregado, detallista?
- ¿Hasta dónde llega tu espíritu misionero? ¿Colaboras con algo de tu dinero, o solo pides para que otros colaboren? ¿Te acuerdas de rezar por los misioneros? ¿Ofreces pequeños sacrificios por ellos?
«Señor, vacíame de mis esquemas para hacer sitio a tu Espíritu y dejar que sea Él quien haga nuevas todas las cosas. Él nos envía, nos acompaña, nos inspira; Él es el autor de la misión, y no quiero domesticarlo ni enjaularlo.
Haz que no tenga miedo de la novedad que viene de Ti, Señor Crucificado y Resucitado. Que mi misión sea comunicar tu vida, tu misericordia, tu santidad. Enséñame a amar como Tú para cambiar el mundo.»
250. Lo fundamental es discernir y descubrir que lo que quiere Jesús de cada joven es ante todo su amistad. [...] La misión que recibe Pedro de cuidar a sus ovejas y corderos estará siempre en conexión con este amor gratuito, con este amor de amistad.
251. [...] Recordemos el encuentro-desencuentro del Señor con el joven rico, que nos dice claramente que lo que este joven no percibió fue la mirada amorosa del Señor (cf. Mc 10,21). [...] Él se perdió la oportunidad de lo que seguramente podría haber sido una gran amistad. Y nosotros nos quedamos sin saber [...] lo que podría haber hecho para la humanidad, ese joven único al que Jesús miró con amor y le tendió la mano.
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